Entrevista a Martha Robles
Martha Robles
Es una pensadora y escritora mexicana. Del pensamiento mítico y poético a la condición trágica del Hombre, y desde su “ficción verdadera” hasta el compromiso crítico y la realidad femenina, su curiosidad no ha desdeñado temas, voces ni géneros, según consta en su vasta obra. Independiente y solitaria desde sus primeras páginas, se distingue por su pasión por lo sagrado, lo bello y la palabra, por el silencio, el arte y la poesía, por la razón y la luz. De natural inconforme, la horrorizan el Mal, la esclavitud y el sufrimiento. Suele afirmar que la estética del pensamiento corona el misterio de lo humano y que por eso escribe, porque nunca y nadie lo ha resuelto.
Su página web es contrapunto de los obstáculos editoriales. Allí publica su blog sobre cultura y letras. Supeditada a las redes sociales, considera muy grato estar a la altura de su tiempo.
¿Cómo describirías tu espíritu creador?
Una voluntad inacabada. Búsqueda en continuidad: siempre criatura asida al hilo de la cometa.
¿Qué mensaje esperas transmitir a través de tu palabra?
Atrapada por el misterio de lo humano, no hay mensaje ni puede haberlo: con suerte hay claridad, espejo, oleaje entre sombras, fragilidad, extrañeza, pequeñez, dudas y apetito de lo absoluto. Es la fascinación por el universo de la palabra: mirar la letra, pensarla, escucharla, soñarla, sentirla y saber siempre que lo sagrado y lo profano están allí, como la vida misma y la inevitabilidad de la muerte; igual que la poesía y el pensamiento. A fin de cuentas, el Verbo es el portento.
¿Qué papel juega la emoción en tu proceso creativo?
La zozobra primordial es un arco en tensión entre la ansiedad, el miedo y la gracia benefactora. Los sentimientos son el timón cambiante durante el viaje de la cuna a la tumba: guía incierta en pos del sosiego que, desde la pérdida del Edén, se resiste a manifestar rumbo y certezas.
¿Cómo percibes el mundo a través de tus ojos críticos?
“Hija de la palabra”, como diría Alfonso Reyes, creo en el destino y en el prodigioso oscilar de las culturas. El hallazgo del sentimiento trágico de la vida despertó mi necesidad de increpar a los dioses. Como los remotos abuelos, primero rogaba piedad y misericordia ante lo ineludible; luego, por esa enigmática rebeldía que de golpe estalla contra el tirano y nos convierte en Antígonas redivivas, conocí el poder y los enormes riesgos de la palabra, empezando por la necesidad de ir en pos de lo esencial y dejar lo secundario en su lugar; si es que tiene un lugar. Asida a la escritura, amante de la lectura, de la música y las artes, poesía y crítica se fusionaron al deslumbramiento que me impide retroceder. Suerte de Shambala o Shagri-la, la escritura es el sentido del viaje/vida. No hay más en este camino que la crítica que nos va conduciendo hacia lo fundamental, lo que indica que el paraíso siempre está más allá, en lo inalcanzable.
¿Qué aspectos de la sociedad te provocan una respuesta creativa?
Nací, crecí y vivo en una sociedad profundamente violenta y cruel. No hay tregua. Enemiga de la belleza esencial, de la justicia y de la armonía, la fusión del tremendo legado mexica y la infamia del acero y la cruz de la Conquista creó un mestizaje que no acaba de otorgarnos identidad ni reposo. No nos alcanzó el espíritu del Quijote ni navegó hacia estas tierras el Siglo de Oro. Más bien acá, por codiciar el oro, se dejó una “herencia llena de agujeros”, como cantó el anónimo de Tlatelolco. En vez de mirar al mejor tolteca o de descifrar el hermoso signo civilizador y sagrado de Quetzalcóatl, pasan los siglos del México independiente y seguimos profesando una horrenda fidelidad al Huitzilopochtli apareado con el Lucifer importado. Tal maridaje se expresa mediante el idioma impuesto al colonizado y aún en proceso de convertirse en voz apropiada, con la salvedad de Sor Juana Inés de la Cruz, la eterna excepción que no deja de asombrarnos. De ahí que la devoción por la Palabra sea inseparable del anhelo de grandeza y algo parecido a metáfora redentora. Tener Palabra, la propia y con lo que eso implica, sería el mayor y más legítimo triunfo del vencido.
Como escritora me intriga el misterio de lo humano, sus logros y bajezas, lo bello y lo siniestro, lo burdo y lo poético de nuestra naturaleza. Como miembro de una sociedad desestructurada que no halla su lugar ni parece interesada en buscarlo, me aferro a la palabra como vía de salvación.