Entrevista a Karla Zárate
Karla Zárate nació en la Ciudad de México. Estudió la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde obtuvo la Medalla Gabino Barreda, distinción al más alto promedio de su generación. Cursó una Maestría en Literatura y un Doctorado en Letras Modernas. Se formó como psicoanalista en la Sociedad Freudiana de la Ciudad de México.
Su primera novela es Rímel y la segunda se titula Llegada la hora, ganadora de la Convocatoria Internacional para autoras de habla hispana, fue traducida al alemán y publicada por Penguin Random House Verlagsgruppe. Publicó Ella es Pera, libro infantil, en 2019. Algunos de sus cuentos están recopilados en la publicación El discreto encanto de narrar, 9 escritoras nacidas en los 70, por Textofilia. En 2023 publicó [De] mi piel y otros cuentos, por Editorial Gato Blanco. Su texto "Tratado anatómico sobre mí misma" fue publicado en la Revista de literatura contemporánea de la Universidad de Texas, El Paso. Desde hace cuatro años publica su columna “Ojos de perra azul” en el suplemento El Cultural del Diario La Razón de México.
¿Cómo describirías tu espíritu creador?
Al escribir habito mis muchos cuerpos de distintas formas. El físico y el psíquico, son mi herramienta, mi materia, son lo que conozco y desconozco. A través de los sentidos busco lo que deseo comprender y a la vez me muestran lo que temo. Esa dualidad me envuelve y me fisura, y es ahí donde aparece la palabra. Durante el día escucho a mis pacientes en el consultorio. Por las noches, me quito ese cuerpo que me cubre y emerge otro, uno que se desborda, entonces me siento a escribir sobre mis pulsiones y lo que no entiendo con la razón, pero sí con los sentidos y la intuición, sobre las ambivalencias del ser, lo inconsciente que me domina y quiere manifestarse.
Escribir es un vaivén entre mi orden y el caos, entre el silencio y el sonido del teclado, entre aquello que soy y dejo de ser a la hora de crear. Me empeño en que la memoria, la fantasía y las sensaciones rijan mi escritura.
¿Qué mensaje esperas transmitir a través de tu palabra?
Lo que intento transmitir es la idea que tengo del mundo, de mí en este mundo, no sólo como una observadora externa sino desde dentro, lo interno, donde coexisten varias voces, mis contradicciones y todo aquello que busca decirse. Escribir es mi manera de explorar la experiencia humana en todas sus dimensiones, empezando por las mías, que son múltiples e inestables. Al escribir le doy forma a esa multiplicidad, intento dominar un lenguaje propio, invito al lector a entrar en él y quizás a reconocerse en el espejo de la realidad y la ficción. Quiero contar historias que penetren y que vibren zonas imprecisas, historias mías y de otros, reales, inventadas, recreadas. No busco agradar. Busco decir, contar, narrar.
¿Cómo ha evolucionado tu estilo a lo largo de los años?
Mis temáticas se repiten de forma irremediable, no las elijo, ellas vuelven, insisten, me toman por asalto. Son herida que no deja de sangrar. Me revuelco en la compulsión a la repetición, no intento resolver nada, prefiero mirar desde diversos ángulos. Repetir para quizás entender un poco más. Vuelvo siempre a la locura, al juego del doble, lo que se muestra y se oculta, lo ominoso, lo animal y primitivo. Abordo la piel como borde y abismo, el goce de la ambigua condición del ser humano atravesada por la vida y la muerte. El placer, las perversiones. Mis manías, lo que me perturba y fascina. El caos de mi mente es mi laboratorio, los sentidos y las sensaciones me han ido acompañando con los años. Se ha dicho que mi narrativa tiene un estilo transgresor, sensorial, con un ritmo ágil, a veces fragmentario, con registros eróticos. Yo lo que espero es que siga siendo así, sobre todo que sea original. El cuerpo, además de mis personajes, suele ser también protagonista; la carne, la psique y los sentidos son el hilo conductor de mis textos.
¿Qué papel juega la emoción en tu proceso creativo?
Sin emoción no hay deseo. Sin deseo no hay nada. Escribo porque necesito escarbar los pliegues de mi mente y memoria, romper la superficie de la existencia, fragmentarme a la hora de crear. No me interesan las historias cómodas sino relatos que muevan, perturben. Apunto hacia lo que duele, lo que quema, lo que pica la piel hasta lacerarse. Así es como me traslado hacia una infancia tejida con llantos y sorpresas, con gritos y risas mezcladas, hacia una adolescencia confundida e irreverente, y hacia una adultez que todavía no comprendo. Escribo desde ahí, desde lo que imagino y fantaseo porque es más divertido e interesante, no desde lo que sucedió sino desde lo que yo creo que sucedió. Para emocionarme debo caminar sobre el borde, en la cuerda floja entre mis manos y el teclado. La brecha entre lo que sucede y se cuenta es muy delgada y ahí vivo yo.
¿Qué influencias han marcado tu trabajo?
Para obtener el grado de Doctora en Letras Modernas escribí una tesis titulada Cuerpos migrantes: análisis de los procesos transgénero y transexual en los protagonistas de Orlando de Virginia Woolf. Hay mucho de Woolf que me resuena, la forma de pensar la escritura como una voz que se desdobla y se observa. Woolf me atraviesa profundamente. Es una voz que invita a sumergirte en el pensamiento, a echarte un clavado en los remolinos de la mente, a bucear en la experiencia sensorial. Me identifico con ella en cuanto a que en un fluir de la consciencia a veces no distingo entre pensamiento y cuerpo, sensaciones y palabras.
Virginia Woolf me ha marcado en muchos niveles. En la forma de concebir los límites nunca fijos de la identidad, la corporeidad como superficie de escritura, de tránsito y transformación, y la fragmentación del yo.
A lo largo de mi vida han sido muchos autores los que me han acompañado en el camino de la escritura, me busco en ellos en cada párrafo, me voy enriqueciendo. En las lecturas pretendo dialogar con ellos en una especie de transferencia y contratransferencia. Ahora mismo tengo en mis manos La invención de la soledad, de Paul Auster, y no hago otra cosa más que pensar en la irreductible certeza de mi mortalidad.