American Psycho o cómo la sociedad ya estaba en plena decadencia en los ochenta
No creo que haya mucha gente de mi generación o de las precedentes que no haya visto la archi famosa película American Psycho protagonizada por un fabuloso Christian Bale. La historia de un yuppie neoyorquino perfecto que trabaja en un banco de inversión y que por las noches se dedica a descuartizar personas sin importarle su condición. La película es, además, bastante gráfica, podríamos decir que por momentos incluso rozando lo gore (quién no recuerda esas escenas en el salón lleno de plásticos para que la sangre no afecte el blanco exquisito) pero de lo que quiero hablaros hoy es del libro de Bret Easton Ellis. Porque amigos, el libro es otra cosa, otro nivel de degradación.
Como no puede ser de otra manera las adaptaciones cinematográficas siempre se quedan cortas en algunos aspectos. no querría decir aquello tan esnob de “es mejor el libro que la película” primero porque me parece que es una frase vacía de contenido y segundo porque creo que mis lectores merecen algo intelectualmente mejor por mi parte. La única excepción aplicable a esa regla para mi es la adaptación a serie de El Cuento de la Criada, creedme la serie hace mucho que dejó el libro atrás, para mi la mejor de los últimos años (ya veis que me gusta lo fuertecito).
Pero vamos a lo que vamos, el libro es sencillamente brutal por su violencia y por el perfil que hace de Patrick Bateman, nuestro protagonista. Si bien la única pega que le pongo es la cantidad de páginas que se le dedica a las profusas descripciones de ropa de hombres y mujeres y de sus diseñadores (llega un momento que satura un poco) pero entiendo lo que Easton Ellis quiere hacer: retratar una personalidad frívola y profundamente obsesiva, como no puede ser de otra manera en un psicópata de tamaño calibre. Porque siendo francos Bateman es de los asesinos más escalofriantes salidos de la literatura contemporánea, debería estar en las atracciones de miedo de los parques.
Hay muchas cosas de su personalidad que podríamos destacar, me llama la atención por ejemplo como es una constante en el libro que le confundan con otra persona. Extremadamente preocupado por su apariencia externa (su rutina diaria de cara triplica la mía) sabe pasar lo suficientemente desapercibido como para que sean verdaderamente pocos los que le llaman por su nombre y apellido. Además él no se muestra molesto con dichas confusiones, al revés contesta como si fuera la persona correcta. Con esa personalidad tan profundamente narcisista esto es, como poco, llamativo. En el otro extremo tenemos la famosa escena de las tarjetas de visita en la que Patrick apenas puede contener su envidia al ver que las de sus colegas son mucho mejores que la suya.
Las escenas violentas se suceden con la misma cotidianidad con la que te tomas el café por las mañanas; desde muy al principio de la novela estamos ya mosqueados cuando Patrick encuentra una gabardina de mujer en su armario de forma sorpresiva (creo recordar que en la película se tarda un poco más en descubrir el lado oscuro del personaje, pienso volver a verla en cuanto pueda, la he encontrado en Netflix). Además es un personaje que carece de las más básicas condiciones de empatía, está casi perfilado como un robot. Ni siquiera en la escena en la que se encuentra con un primer amor o con su hermano Patrick es capaz de mostrar el más mínimo sentimiento más allá del odio profundo por los que pueden conseguir mesa dónde él no lo logra. La verdad es que llega un punto que parece que el personaje está caricaturizado más que humanizado.
Como os decía en la última columna, esto me lleva a preguntarme cómo se engendra esa violencia en las personas. Puede haber un punto innato que llevamos todos dentro ante determinadas situaciones pero ¿qué le han hecho a Patrick para ser como es?. Está claro que el autor quiere criticar una parte de la sociedad americana de los años ochenta en la que todo valía por dinero pero ¿es el entorno social el causante de semejante chaladura sangrienta?. No sé si esa es la conclusión a la que quiere que lleguemos el bueno de Bret, pero me parece demasiado simplista. Patrick es un niño bien que gana 6 cifras al año, educado en la mejor universidad probablemente del mundo que es Harvard, ¿tiene derecho alguien así a convertirse en un asesino?, ¿o tienen mas derecho los mendigos a los que acuchilla sin que nadie se moleste ni en mirarlos?. Son cuestiones que me planteo recordando la frase de que la violencia no es sino una expresión de nuestro miedo más profundo.
Os invito encarecidamente a que leáis American Psycho, una novela norteamericana ya convertida en clásico aunque os advierto que debéis tener un buen estómago para afrontar algunas descripciones de asesinato que son bastante potentes. Más allá de eso a mi me ha encantado, nos leemos en la próxima ocasión.