Los amantes de Teruel
Creo que fue la cantante Billie Eilish la que dijo algo como: “Todo el mundo morirá y nadie te recordará, así que… ¿qué más da?” Si bien estas palabras de Eilish pueden servir, en ocasiones, como un mantra para relativizar los momentos de agobio innecesario; otras veces no conviene tomarlas al pie de la letra, ya que sí hay errores que trascienden el espacio y el tiempo.
Y, si no, que se lo digan al general romano Marco Licinio Craso. Este señor, contemporáneo de Julio César, dirigió una campaña militar contra el imperio parto que fue un absoluto desastre. Las legiones de Craso se encontraron con los ejércitos de Surenas en una llanura cerca de la ciudad de Carras en el año 53 a.C. A pesar de la superioridad numérica de los romanos, la derrota fue abrumadora debido a una concatenación de malas decisiones tomadas por Craso, entre ellas, la de formar a sus tropas en cuadrado o la de luchar en una planicie. Esto llevó a la pérdida de 30.000 legionarios romanos, incluido el propio Craso. No obstante, como si la tragedia no fuera suficiente, más de 2000 años después el apellido del general se sigue asociando con la popular expresión “cometer un craso error”. Parece ser que, en ocasiones, tus fallos sí pueden ser recordados y mortificarte por toda la eternidad.
A propósito de los desaciertos trascendentales, me gustaría enlazar esta reflexión con “Los amantes de Teruel”, una obra escrita por Tirso de Molina en el siglo XVII. La obra relata la trágica historia de amor entre Diego Marsilla y doña Isabel de Segura. El padre de Isabel, al considerar a Diego un pretendiente sin recursos, se opone al matrimonio. Diego solicita un plazo de tres años y tres días para ganar dinero y probar su valía. Durante ese tiempo, se alista en las tropas del emperador Carlos V y logra enriquecerse. Aunque cumple su objetivo, llega unas horas tarde al plazo estipulado y descubre que Isabel, engañada por rumores sobre su muerte, ya había accedido a casarse con otro. Desesperados al reencontrarse, mueren trágicamente: Diego por el dolor de ver a Isabel casada con otro, y ella al enterarse de su muerte.
Los errores cometidos por los protagonistas de esta obra han quedado en nuestra memoria colectiva en la sentencia: “Los amantes de Teruel, tonta ella y tonto él”. Esta historia, que explora las pasiones humanas y las decisiones equivocadas, nos recuerda que el amor, en su forma más pura, puede verse truncado por la incapacidad de actuar en el momento adecuado. Ambos fallan al no haber luchado más por su relación y haber cedido ante los requerimientos del padre. Además, ella se equivoca al no confiar en el amor de Diego lo suficiente como para esperar un poco más, temiendo que él no cumpla con la promesa de regresar. Por su parte, Diego yerra al no prever las consecuencias de su tardía llegada, un fallo pequeño en términos de tiempo que, sin embargo, conduce a ambos a la muerte.
De este modo, Craso y los amantes de Teruel comparten algo fundamental: sus equivocaciones han quedado grabadas en nuestro lenguaje cotidiano. Al igual que “cometer un craso error” alude a un fallo que marcó la Historia, “tonta ella y tonto él” encapsula una tragedia amorosa en la que los protagonistas no supieron corregir a tiempo el rumbo de sus destinos. Son expresiones que nos muestran cómo algunos fracasos son tan profundos que su eco perdura más allá de la muerte.