Universidad

El acto de Libertad Sin Ira se convierte en un reflejo de la polarización en España

Imágenes durante el boicot - El Diario de Madrid

La Facultad de Ciencias Políticas cancela el evento tras el bloqueo de los accesos y Espinosa de los Monteros denuncia la pérdida de control universitario

El acto "Nueva etapa y nueva ejecutiva", organizado por la asociación estudiantil Libertad Sin Ira, debía celebrarse el 13 de febrero en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), pero nunca llegó a desarrollarse. Un centenar de manifestantes, algunos encapuchados, impidieron el acceso al evento al grito de "Fuera fascistas de la universidad", lo que obligó a la universidad a cancelar la convocatoria por motivos de seguridad.

El comunicado de la Complutense: libertad de expresión, pero no a cualquier precio

Horas después de los hechos, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología emitió un comunicado en el que argumentó la cancelación del acto por la imposibilidad de garantizar la seguridad ante la masiva presencia de manifestantes que bloquearon los accesos. En su escrito, la Complutense reafirmó su compromiso con la tolerancia ideológica, el respeto a la diversidad y la libertad de expresión, pero matizó que cualquier acto debe ajustarse a valores democráticos y derechos humanos.

Sin embargo, este mensaje ha sido interpretado de diferentes maneras. Para los organizadores del evento y muchos sectores políticos, la universidad ha claudicado ante la presión de los manifestantes, permitiendo que un grupo de radicales impida un acto legalmente convocado.

Espinosa de los Monteros: "La facultad ha perdido el control"

El principal invitado al evento, Iván Espinosa de los Monteros, exdiputado de Vox, criticó duramente la falta de control por parte de la universidad, asegurando que si el motivo de la cancelación fue la afluencia de manifestantes bloqueando la entrada, esto significa que "la facultad ha perdido el control y ha pasado a manos de esos energúmenos". A través de su cuenta de X (Twitter), el político recibió el apoyo de diversos sectores, incluidos periodistas y figuras políticas que señalaron el deterioro del clima democrático en la universidad.

Los organizadores denuncian "hostigamiento" y "bloqueo"

Desde Libertad Sin Ira, la indignación ha sido evidente. Miembros de la organización han denunciado que estuvieron encerrados durante más de dos horas dentro del edificio, con las puertas bloqueadas por macetas y manifestantes que impedían su salida.

Una de las integrantes de la asociación describió en un vídeo la sensación de "indefensión", señalando que la universidad no garantizó la seguridad de los estudiantes que querían asistir al acto. En sus redes sociales, la asociación afirmó que "seguirán luchando para que expresar una opinión no sea motivo de violencia".

La opinión pública: división total entre el derecho a la protesta y la censura

El suceso ha generado una oleada de reacciones tanto a favor como en contra. Por un lado, los defensores del boicot sostienen que la presencia de Espinosa de los Monteros en la universidad era una provocación, y que no se puede tolerar la difusión de discursos de extrema derecha en un espacio público. Desde este punto de vista, la acción de los manifestantes no fue censura, sino un ejercicio legítimo de protesta frente a una ideología que consideran peligrosa.

Por otro lado, sectores liberales y conservadores denuncian que la universidad, lejos de ser un espacio de debate plural, está dominada por un pensamiento único que persigue y silencia cualquier voz disidente. En este sentido, denuncian que la izquierda universitaria se ha apropiado de la Complutense, convirtiéndola en un bastión ideológico donde la libertad de expresión es un derecho exclusivo para determinadas ideologías.

España, atrapada en una radicalización creciente

Lo ocurrido en la Complutense no es un hecho aislado, sino un síntoma de la creciente polarización política y social en España. La crispación ha llegado hasta los foros académicos, donde el debate de ideas se sustituye por bloqueos y enfrentamientos entre facciones irreconciliables.

Mientras unos ven en la protesta un acto legítimo de defensa de los valores democráticos, otros advierten que se está imponiendo una "cultura de la cancelación" que elimina cualquier visión contraria al pensamiento dominante en determinados sectores.

El problema de fondo radica en que España parece haber perdido la capacidad de discutir sin violencia, de aceptar que puede haber opiniones contrarias sin que ello suponga una amenaza existencial. El extremismo en ambos bandos está cerrando cualquier posibilidad de diálogo real, convirtiendo los espacios de conocimiento en auténticas trincheras ideológicas.

Si la universidad, que debería ser el epicentro del pensamiento crítico y el debate plural, se convierte en un campo de batalla donde solo impera el dogmatismo, el país se encamina hacia un futuro de mayor polarización, censura e imposición ideológica. En ese escenario, nadie gana.